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Picadillo MIX

Este post trata sobre la creación de grabaciones apoyadas en la edición y mezcla de trozos de audio hasta obtener un tema. completo. Aprovecho para contarles mi opinión sobre los tipos de grabación que se puede realizar en un estudio. El dominador común es la veracidad de las producciones. Las nuevas técnicas relacionan estrechamente la edición de vídeo y midi con el audio. El ambiente artificial de estudio y edición reemplaza con rapidez los ambientes naturales de grabación. Al final del post creo que quedara claro que el «nivel técnico  real» compite ahora con una nueva medida de las capacidades de los intérpretes y directores: «el nivel técnico virtual», que no es otra cosa que un indicador resultante de (1) fundir las técnicas de estudio en las que los músicos graban en diferentes tiempo: minutos, horas, semanas, primero uno y luego otro…, y  (2)  grabar fragmentos separados y luego combinarlos. Sobre estos temas van las siguientes reflexiones. Estos procesos no son ni buenos malos, simplemente son.

Martín es un guitarrista competente. Recibió un material de audio en la que debía insertar su guitarra acústica, al estilo acústico. En total cinco intervenciones como guitarra solista para tres temas, aproximadamente 2,40 minutos. Para la ocasión utilicé dos previos Avalon 737 con micrófonos AKG 414. No antes del tercer compás interrumpió la grabación. No observé ningún error importante, la afinación era impecable y la articulación muy correcta. Por los auriculares Martín recibía un envío de una pista de audio de una guitarra rítmica y piano que alguien había grabado antes junto con un bajo y batería midi. Luego repitió el mismo fragmento otras cuatro veces. Para no cansarles grabó 26 pasajes.  En pocas ocasiones interpretó su parte de principio a fin. El trabajo edición de la guitarra fue intenso. Martín seleccionaba la versión «mejor» para cada grupo de figuras, por ejemplo, del primer compás hasta el «sol» de la tercera versión y empatar con el «si» de la segunda versión hasta el final acorde de negras del compás tercero de la cuarta versión. Un rollo. La selección precisa de cada pasaje basta para crear un único pasaje formado. Llamo a este sistema de edición «Picadillo Musical», un tipo de menudeo sistemático en el que el tema musical emerge de la combinación de fragmentos seleccionados. La aportación de Martín es la resultante de un «copia y pega» inteligente. Las pocas diferencia de acústica entre los fragmentos se corrigen con facilidad. Los cuatro pasajes quedaron impecables en lo musical y les puedo asegurar que los empalmes son inapreciables a «simple oído».


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El músico me informó sobre los requerimientos técnicos necesarios para la grabación, y alguna otra sugerencia general. Querían un sonido puro, sin efectos para mezclarlo más tarde. Martín solo conocía al músico que tocaba el piano eléctrico. No habían ensayado juntos jamás.  Cada miembro de la «banda virtual» desconoce como acabarán los temas mezclados. Él pertenece a una nueva modalidad de las prestigiosa categoría de «músicos de sesión»:  «músico de sesión no presencial», por asignarle un nombre con cierta «guasa». Cada vez recibe más propuesta de trabajo como la que he descrito. Martín me comenta que los costes de grabación se reducen, que la calidad aparente aumenta, y que el tiempo de producción queda aminorado. En definitiva, ahorro de la inversión y aumento de la calidad final. En resumen, cada músico ensaya en su casa y graba donde puede dentro del «aire general de sonido». Luego alguien va a emparejar en la edición final y genera un ambiente general creíble. Los muy grandes interpretes y «gente de provecho» graban en el mismo estudio cuando se lo permita la agenda. En este caso hay que añadir el precio de un par de días de hotel, los pasajes de avión y dietas. al costo de producción  Es preciso coordinar las agendas de los músicos con la disponibilidad del estudio. Una ganga.

Este “escenario interconectado” de grabación y mezcla, quizás más adelante lo sea también para sesiones en vivo,  será cada día más habitual. Creo que debemos valorarlo como una oportunidad para producir música de forma rápida con una importante disminución en la inversión económica.. Pese a ello, estas prácticas no son válidas en cualquier condición. Mis dudas van dirigidas a la técnica de mezcla y edición por «cachitos», es decir, a fabricar un pasaje original mediante la mezcla de fragmentos de distintas grabaciones – unir pedazos de distintas pistas o pasajes – tal como he descrito en el ejemplo inicial. Me refiero a ella con el nombre de «Picadillo Mix» o «Troceo Mix. Cuando digo dudas no me refiero a una manifestar una posición frontal ni a asumir una «actitud integrista» en su contra. Hay demasiado que aprender para permitirme el lujo de cerrar puertas. La edición de fragmentos heterogéneos produce un nuevo producto que es la suma de los pedazos. Es obra del editor, asesorado por el interprete, productor y/o director musical quienes seleccionan los mejores trozos y los empastan. Por el camino podría corregir alguna desafinación puntual. En coros y cantantes podemos aprovechar el momento para «bajar» las «esseeess» y afinar las entradas con aplicaciones como tipo Flex de Logic X. Muy comprometido.

La crítica más fácil contra esta tendencia me parece que surge de la noción de autenticidad. En mi enfoque musical, la autenticidad designa dos cuestiones: (a) el uso de técnicas, instrumentos y criterios interpretativos de épocas anteriores al romanticismo, es decir autenticidad como historicismo. El segundo significado (b) relaciona la interpretación con los rasgos fundamentales que el compositor ha escrito, con su arquitectura y sintasis. Autenticidad como exactitud con la partitura. En este caso los interpretes y el director no deben sobrepasar lo que el compositor ha escrito. El «picadillo mix», guste o no esta idea, es coherente con los dos criterios de autenticidad. No se encuentra aquí la raíz de mis objeciones. Esta técnica de montaje musical necesita con la grabación en estudio:

Grabación en el  Estudio en simultáneo (1)  en una sala o diferentes salas: Se realiza una sesión de estudio en la que los interpretes graban en distintos salas del estudio en directo, todos al mismo tiempo apoyados en el retorno de audio a través de auriculares que transmite al menos un metrónomos. El técnico de sonido mantiene absoluto control sobre la grabación. Ningún problema.

Grabación en el Estudio en diferentes momentos: (2)  La grabación con interpretes cuando tocan sus instrumentos en distinto tiempo (como en el caso de Martín). Primero la batería o continuo el lunes, luego la sección rítmica, el jueves, luego las voces … . En el lado positivo permite la producción de música diferida,  en distinta escala temporal: horas, días, semanas … . Puede editarse un disco con los músicos distribuidos por todo el planeta. Parece un requisito para la la producción de música virtual. Estas prácticas pueden llegar a ser valiosas y abren puertas aunque no está ausente de problemas.

Grabación en Estudio con en diferentes espacios y tiempos (3).

Mantengo muy serias reservas respecto al «Picadillo Mix» tanto si se graba en sesiones  tipo (3) como no, objeciones referidas a la naturaleza misma de la música grabada por trozos. No me refiero que se pierde la unidad de la obra. Los pocos que me leen ya saben que no estoy de acuerdo con el procesamiento espacial de la música en modo de reverberación añadidas (da igual la tecnología de reverberación), el uso de fuertes compresores y limitadores para ganar presencia y decibelios, o los sistemas de afinación y corrección del tono. He tenido la desgracia de formarme en masters en los que estos recursos levantan serias sospechas, especialmente la introducción de efectos reverberación artificial. No imagino la impresión sobre el Picadillo MIX. Esto no significa que rechace a las producciones basadas en el trasiego de trozos independientes como cualquiera de las otras prácticas citadas. No las considero malas prácticas profesionales, aunque si prácticas mejorables. No me encuentro nada cómodo con en picadillo plano conceptual, si es que esto existe. Es cierto que ordenar trozos requiere talento y un gran conocimiento de la obra y su dinámica; requiere interpretes muy seguros y analíticos que saben retomar un interpretación «a palo seco», desde un compás preciso. Pero….

Mis dudas se centran en que la música resultante (1) no existió nunca, no se corresponde con un suceso real completo, no es veraz,  y por tanto, (2) no representa la calidad técnica e interpretativa completa del interprete, aunque la puedas inferir. ¡ Quién sabe …! Siempre tendré la duda acerca de como sería una grabación de un tirón. Es una ayuda extra. ¿Dopaje? Puede convertir a un pausado y aficionado interprete «Home Recording» en un virtuoso «máquina total» sin serlo siquiera en sueños. Los conozco.  Aún así tampoco estoy dispuesto a afirmar la maldad definitiva del Picadillo. Desde el punto de vista del pentagrama es auténtico, desde el punto de vista de la capacidad técnica e interpretativa de los músicos es muy controvertida, música que sobreviene o emerge desde la mezcla.

Después de dar muchas vueltas a la cabeza y sopesar las implicaciones del Picadillo MIX he llegado a siguiente conclusión: es una técnica de producción respetable, para mi, sólo en el caso de que el consumidor sea informado sobre la naturaleza de la grabación de la música que va comprar. No importa que sea fácil o difícil informar.  Es muy fácil grabar al estilo Picadillo MIX y dejar que el consumidor mantenga la presunción de que ha sido una grabación convencional, en directo. Los sellos discográficos o productoras deben informar del procedimiento elegido.

Un amigo me comentó que consumidores ya saben que las técnicas de picadillo son el formato de edición por defecto, el estándar: «No te comas el coco, todo el mundo lo sabe y no pasa nada». Puede ser cierto en la música pop o techno. No se me discutirá que en el jazz y en la música clásica es una práctica menos habitual. ¿Seguro? En cualquier caso, el sello discográfico debe informar que el concierto de violín de Beethoven ha sido editado «con ayudas adicionales». Dudo que un consumidor se sienta cómodo cuando sea informado que ha sido producido al «estilo picadillo». Basta una advertencia tipo: «Esta versión ha sido realizada mediante la selección y combinación de los mejores pasajes registrados» por redactar un texto de  forma suave. En las producciones donde la pericia técnica del interprete ocupa un porcentaje significativo en el prestigio otorgado la producción creo necesario e imprescindible la advertencia » ¡ Atención picadillo ! » , por decirlo de forma salvaje. Entre mis discos tengo varias versiones de las sonatas de Mozart por el interprete Badura-Skoda en la que se advierte que la grabación no tiene alteración. Esta anotación multiplica el valor interpretativo del disco.

El pragmatismo ocupa una parte importante del ideario colectivo. Algún director de orquesta y coros, con un nivel mil veces superior a quién se atreve a escribir estas lineas, me comenta que harán todo lo que esté en su mano para defender el prestigio de su agrupación y lograr una versión impoluta. Una planteamiento correcto y honorable.  Algunos asumen la calidad final mientras prescinden del punto de vista de que los escuchantes piensen que se trata de una versión grabada «de un tirón». La práctica de laboratorio mix tropieza con la ingenuidad del escuchante. Imagino que tampoco el interprete se encontrará cómodo a la luz este planteamiento técnico. Un punto de vista práctico. He comentado estos asuntos con un super-técnico y me ha comentado que dispone de herramientas para saber cuando una grabación ha sido editada por «Picadillo MIX». Incluso afirma que puede localizar el número de cortes y generaciones de audio superpuestas. Quizás esta información sea importante en un futuro para clasificar las producciones. Toda intervención en el master deja huellas. Entre las opiniones de expertos gana la tesis de que el mejor sonido y la mejor interpretación es el objetivo, cómo se logra no es un asunto que merezca especial atención. la mayoría ni se los plantea. Pragmatismo nuevamente. La tesis contraría será etiquetada como «sólo filosofía» o «romantecismo bisoño».

La influencia de las técnicas de edición cinematográficas y de vídeo han llegado a la producción musical pura. Un CD es cada día más parecido a una película. Se trasladan a la música un «halo de irrealidad»,  música sobrevenida como un montaje de cine con guión. La diferencia es que el cine es irreal, mientras que el audio de concierto es real como el teatro.  Como en el cine, el picadillo mix no se corresponde con la realidad, es una reconstrucción, algo que pudo ocurrir, algo que no ocurrió que suena espectacular.

Alguién podrá objetar que toda grabación acarrea un nivel de edición sonora, es decir, una alteración del sonido a través de las particularidades acústicas de los previos, ecualizadores y compresores. Cierto. Lo que me resulta preocupante no es el procesamiento en si mismo, es la segmentación del audio en trozos y su mezcla posterior. Concedo que por muy transparente que sea acústica siempre recibe algún grado de deformación. Es un comentario acertado manifestar que todo el sonido ha recibido muchas toneladas bits extras. No existen el audio perfecto por muy diáfana que sea la tecnología. La unión de fragmentos es procesamiento que introduce un cambio drástico, alteración total, una ruptura con la que sucedió. No todo vale.

Para mi, la naturaleza del concierto es el directo, grabada en estudio o no,  como y donde se quiera, siempre que se desarrolle en tiempo real sin cortes, mejor en un ambiente natural, un paisaje con un «audio bonito» al que puede sumarse cualquiera de principio a fin. ¿Es el picadillo mix la última versión del  arte degenerado? No, es aprovechable para producciones sociales interactivas. Imagino varias posibilidades interesantes. Las técnicas de estudio tipo II son más valiosas que el picadillo en este sentido y no atentan contra la veracidad de la grabación. En  mi opinión, para ser expresión comercialmente más responsable debería ser etiquetada con un término reconocible, de lo contrario caerá sobre la música una sombra de duda permanente. Otra pregunta: ¿qué es una grabación perfecta?, ¿un disco en el que se han omitido los errores es más perfecta que otra en la que se ha logrado el máximo nivel  interpretativo de un grupo?

Cantidad de Información – interpretación musical.

Hace algunos años miraba un vídeo en youtube sobre una clase magistral que D. Barenboim en la que explicaba a un pianista un detalle. La cuestión dicáctica en cuestión era curiosa: el director y pianista argentino trababa de explicar como un mismo pasaje podía ser interpretado con acierto o no. Advertía Barenboim al joven pianista que la interpretación no es cuestión de accionar todas las notas; más bien el ejecutante debería centrarse en tocar las notas necesarias para que el flujo musical coincidan con lo que el escuchante puede realmente procesar. No se trata de que toque más rápido o lento, sino que la estructuración de los agrupaciones de notas en el pentagrama fluyan sin saturar, o todo lo contrario, sin que subestime al escuchante. Por supuesto, además hay que interpretar en el estilo requerido y con la estructura formal escrita. La sensación de equilibrio que trasladan a la audiencia violinistas como Grümiaux en parte se centra en su capacidad para hacer que la música se ajuste a los límites del procesamiento de la audiencia. Puedes tocar conjuntos de semicorcheas a un ritmo de 140, complicados arpegios con fusas y hacerlo muy bien por que todo está debidamente agrupado y se escucha el silencio entre las notas.

El arte no está en tocar la nota, se encuentra en interpretar para que la debida organización de las notas sea un flujo inteligible para el escuchante. La paradoja en este tema es que el valor de la correcta interpretación no lo aporta el sonido, lo aporte el silencio intercalado entre las notas. Sobre este tema escribiré un post mas detallado. Lo que me sorprendió de la clase magistral de Barenboim fue que resolviese un pasaje complejo a través de la Tª de la Información. La técnica está al servicio del procesamiento de información.Para los amantes de la música de Brahms, como yo, sólo comentar que el problema del flujo es vital para interpretar debidamente su obra, para mi, uno de los compositores más complejos de interpretar por el riesgo que el interprete exceda el punto de equilibrio. Es prácticamente imposible defender una sinfonía de Brahms sin tener todos los problemas técnicos resueltos en el plano de «la carga de información». Esta es la clave.

El compositor también es responsable de que la carga de notas y figuras escritas en el pentagrama no exceda la capacidad del interprete, incluso de un tipo concreto de auditorio, y que el mismo interprete tampoco sobrepase la capacidad del escuchante. La persona que lea este post podrían sentirse impulsado a pensar que se trata de un tema especulativo. No obstante, el término de «capacidad de procesamiento» es uno de los mas estudiados en la psicología cognitiva y neuropsicología, y por otro por la ciencia de la información general en las que se describe en base a un índice. Por supuesto la música sigue las leyes del procesamiento de información. Un mismo pentagrama puede ser interpretado con el flujo de notas que respeta la leyes del procesamiento o puede ser sobrepasado o infrautlizado. Calderones y blancas por doquier crean una música con seria tendencia a lanzar un estado hipoactivo si el compositor no conoce su oficio. Series de semicorcheas, fusas y semifusas en rápidas pueden precipitan el cerebro a lo contrario, a un festín de notas. Permanece al compositor la obligatoriedad componer en equilibrio. J.S. Bach era un maestro en la escritura perfecta atendiendo al procesamiento. En la Partita para violín solo n.º 2, BWV 1004, en su famosa chacona, se estudia los límites del escuchante tanto como los del interprete. En el lado contrario, tenemos los estudios tipo Paganini en los que las piruetas – rápidas o lentas (dobles y tiples cuerdas) – son a veces pirotécnica estéril. Las composiciones musicales siguen las leyes de la armonía tonal, atonal o modal al igual que se pliega a los límites impuestos por la psicología de la percepción y la información.

Cuatro Imágenes

Este comentario va sobre un post anterior en que proponía tres niveles distintos de análisis en una producción musical con independencia del tema comercial. Agradezco a Simon su aportación al indicarme sería oportuno añadir un cuarto tipo de imagen: la que corresponde a la percepción de escuchante, es decir, interacción entre la música reproducida y el cerebro del oyente. Su comentario es muy oportuno. Lo curioso de su comentario es que dice que la relación entre el escuchante y el concierto en vivo no es la misma que entre el escuchante y la grabación del concierto. Es cierto, muy en especial respecto las grabaciones en estéreo o con técnicas holosonoras en 3D, donde el conocimiento de la percepción del sonido por el cerebro se encarga de presentar como real un sonido que reproduce sólo retardos de tiempo. Ilusiones.

Por cierto Simon, admito que no se debe usar el término «imagen real». Touché!! Efectivamente hubiese sido mas oportuno «Realidad Sonora» o algo por el estilo. El problema es que no podemos acceder a lo real directamente al margen de nuestro cerebro. Una aproximación al sonido es un modelo parcial del espectro sonoro real, una actividad fisiológica determinada por los distintos umbrales de los oídos. (By the way Simon, I agree that you should not use the term «real image.» Touché! Indeed it would have been more appropriate «Reality Sonora» or something like that. The problem is we can not access directly the real outside of our brain. An approach to sound is a partial model of the actual sound spectrum, a physiological activity determined by different thresholds of the ears.)

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Música y Poder.

Varias personas me han pedido que vuelva a reponer un artículo que escribí hace unos meses sobre las complejas relaciones entre la personalidad y la dirección musical. No lo escribí pensando en un «espécimen concreto»; es válida para una categoría amplia de individuos y profesiones.

El reciente fallecimiento del director Colin Davis 1927-2013 ha sido un acontecimiento muy sentido. Las primeras referencias a su persona fueron a finales de los años 60 a través los discos que mi padre compraba en Reino Unido, en especial los dedicados a Mozart. La llegada de los pedidos eran un acontecimiento familiar importante. He tenido la ocasión de escucharlo varias veces en vivo, la primera en el Festival de Música de Canarias con la London Symphony Orchestra en 1996.

Entre los comentarios que han salido a la luz con la triste pérdida del director británico destaca una frase recogida en una entrevista del 2002 para el periódico El País cuyo titular es: “Colin Davis cree que el secreto para dirigir orquestas es no tener poder” . Dos son las ideas que expresa el titular de la noticia: (1) ”la música es libertad” y (2) “El secreto es no tener poder“, Construir un sistema de participación permeable, con un estilo de interacción que premie y fomente la aportación inteligente parece ser imprescindible. Sobre la primera no voy a realizar un comentario especial excepto que esta afirmación tiene un significado profundo: la música no se sigue del cumplimiento rígido y lineal de las reglas. La segunda me parece una idea también capital y creo que se relaciona más con la forma en que se comportan las personas: “El secreto es no tener poder“.

Situarse en una relación abierta y flexible con la música y los músicos  supone una base segura para la mejora. Esta afirmación es cierta para todo el que se involucra con la música sea cual sea la escala: como compositor, como intérprete, como director, como escuchante silencioso o como productor. No escribimos aquí sobre un tema abstracto. La relación de la música y los intérpretes es un asunto a la vez social y psicológico. Creo que el comentario de Colin Davis va en esta línea.

La relación entre la libertad, la música y el poder podría resumirse en que las relaciones sencillas y humanas son las mejores para ese sistema abierto del denominamos arte musical. Es en la libertad, entendida como un ecosistema de “no poder”, dónde encontramos las mejores soluciones para la creación, lo mejor del mensaje musical. El “no poder” no refuta el necesario marco intelectual y técnico a través del cual el director “convence”  a sus músicos. El mejor poder emana de las decisiones racionales que su aceptadas, de las negociaciones en igualdad, de los juegos en simetría. El director tiene poder positivo en la medida en que hay una confianza en su conocimiento artístico y en la medida en que convence en un discurso emocional de empatía no desprovisto de buenos argumentos técnicos. ¿Confiarías en un déspota?

Aunque el director conduzca a los intérpretes hacía una versión ilustrada de la obra musical, de la que podría ser perfecto conocedor, no sería un error afirmar que la mejor forma de explorar todas sus notas es evitar a toda costa el ejercicio del poder “por aplastamiento irracional”, más en concreto, mediante la eliminación de todo autoritarismo. Simon Rattke vs Helbert v. Karajan. Las interpretaciones se benefician de las relaciones apoyadas en la autoridad. Autoridad, no autoritarismo es ya un tema consabido. El autoritarismo hace de una persona un ser limitado, nace de la inseguridad latente, de la forma en que esquiva la mirada. Por consiguiente su expresión musical esconde un secreto: hacer de un evento social y colectivo algo exclusivamente suyo. Así de simple.

El problema se centra en que no todos estamos preparados, ni en lo técnico ni en lo humano, para la alquimia del “no poder”, para la seducción por la autoridad. Recientemente he tenido conocimiento directo de un acontecimiento que me ha hecho reflexionar. Para algunas personas su relación con el ejercicio musical, incluso en el plano de músicos aficionados, se convierte claramente en una expresión patológica de su poder arbitrario, o lo que es lo mismo, en una manifestación de su inseguridad. El autoritario necesita un orden rígido, con poco margen para el cambio, un tejido monocromo. De existir una necesidad ineludible de cambiar algo debe ser él quien “tome las decisiones finales”. Mediante esta pirueta “salva al grupo de la anarquía del propio grupo”. Sus músicos se convierten así en el medio natural en el que se manifiesta su propia visión entendida como discurso único. Más allá está el barranco. El «impedido para la síntesis democrática» siempre te señala el punto por el que puedes despeñarte, el borde del precipicio próximo a ti y es por completo ciego respecto al suyo propio. Se muestra como un agente racional catapultado en el tumulto de sus pasiones paranoicas. Ante cualquier «sospecha de disentimiento» se sigue una acción real de tipo correctivo. Es, en el ejercicio de este poder básico y elemental, donde transcurre la dinámica entre algunos de los intérpretes y su desgraciado director.
El déspota es un personaje rumiante. Imagina constantemente lo que podría afectarle en un ritual casi paranoico. Por consiguiente, necesita un entorno en donde todos los elementos sean percibidos por él en equilibrio. Cualquier variación, real o imaginada, le produce tensión.

No nos equivocamos si pensamos que gran parte de las conductas del director autoritario se explican como si fueran mecanismos reductores de la tensión y del peligro percibido. Estas prácticas correctoras en ocasiones se enmascaran bajo el calificativo de “ser perfeccionista”, “búsqueda del detalle”, “ser minucioso” o “actitud responsable con lo auténtico” cuando realmente sólo es una demostración de su afán obsesivo. La perfección, el detalle, el gusto por el equilibrio y por el análisis minucioso constituyen valores esenciales en la interpretación musical. No obstante, en manos de personas en los que predomina la inflexibilidad se convierten en algo distinto. A estas personas les encanta el protocolo, sin olvidar que lo que más le motiva es fijar las reglas ellos mismos y observar como los demás lo siguen.

El director musical con poca margen para admitir la flexibilidad como una regla constructiva, a menudo despótico e imprevisible disfruta con el ejercicio arbitrario, incluso lo necesita. Le encanta implantar en los otros un régimen de control unipersonal que, en última instancia, descansa en sus valores egocéntricos y en la expresión patológica de sus emociones. Oficialmente cada elemento para el consenso y la negociación se convierten en un desencuentro potencial, un tema que le preocupa mucho. Alguien podría pensar que nuestro hipotético director es “un capullo compulsivo”, alguien que no sobreviviría a sus delirios, una persona con una visión instrumental de los demás. No creo que se equivoque.
Veamos esta peculiar relación desde el otro lado: desde la perspectiva de algunos de sus dirigidos. Es frecuente que una parte de los colegas músicos observen un curioso mecanismo: las pautas arbitrarias de su director conviven junto a otras que pudieran tener un sentido más lógico. La vida de estos grupos transcurre entre “lo previsible” y lo “ocasional – arbitrario”. El autoritario disfraza sus decisiones como acciones inevitables, como si fueran realizadas por “el bien común necesario e impersonal“, a menudo con total desprecio por las consecuencias puntuales que se derivan de ellas. No valoran las emociones de los demás como las suyas propias. Frente a ellas se comportan con transparente negligencia. Son los primeros que te dicen: “no hay nada personal en esta decisión”, o “me duele decir esto” expresado con una mímica de indiferencia, y otras cosas por el estilo. Pueden incluso manifestar su dolor al grupo por extirpar una de las nuevas re-ediciones del peligro colectivo mientras que en su interior sienten un placer cadente de justificación racional. Él ha despejado su incógnita. Su seguridad se construye sobre la incertidumbre de los demás. Por mor de su integridad psíquica llega incluso al auto-convencimiento de que sus delirios son reales, plenamente justificables. Ese sentimiento de confianza personal que transmite ante la arbitrariedad que ellos mismos generan hace incluso que grupos de personas lo perciban como el “sostén del grupo”. Muy triste. A veces somos rebaño. El poder confunde el diálogo con la amenaza.

En el mundo de la empresa el espacio para los líderes negativos está en retroceso. Considerados durante décadas eran ejemplos de dirección a seguir. Ahora son cuestionados. Decenas de recientes estudios demuestran que lo que realmente han producido es una pérdida de iniciativa y capital humano. Su labor va en la dirección contraría a la eficiencia empresarial. No resistirán una entrevista de trabajo bien planificada.

En la dirección musical profesional o amateur existen personalidades como los que describo. En la antípodas encontramos modelos positivos, como por ejemplo Colin Davis, Gustav Leonhardt, o Ros Marbá en España. Dejemos aquí esta reflexión sobre una de las formas de una vivencia truncada en la música: la fascinación por las relaciones de poder.

Colin Davis era un director inmaculado, grácil, una autoridad. Entre su amplia discografía escucho con veneración sus versiones de los conciertos de piano de Beethoven con la Staatskapelle Dresden en 1988, con Claudio Arrau como intérprete. En igual medida disfruto con sus aproximación a los conciertos de violín de Mozart con A. Grumiaux y la London Symphony grabadas en 1962, para mi inigualables junto a las versiones de S. Kuijken. Su interpretación de la sinfonía fantástica de H. Berlioz con la Royal Concertgebouw Orchestra de Ámsterdam del 2001 me parece una lectura inagotable.

¿Es lo local sinónimo de cutre?

Una de las razones habituales por las que los consumidores desdeñan el consumo de productos y servicios locales podría ser la creencia de que lo local es “cutre”. Un rápido vistazo a las TVs y Radios autonómicas privadas o públicas confirmarán mayoritariamente esta valoración. La actividad de consumo local musical, cinematográfico o informativa no se ha caracterizado hasta esto momentos por ser productos sobresalientes. La presencia o no de talento no es el factor crítico. Hay que detectar otras causas. 

Veamos si es el capital invertido en tecnología el factor clave que ha hecho precipitar a la producción local en la categoría de “subproducto cutre”. Los grandes grupos invierten cantidades de dinero superiores a los pequeños en lo que podría ser calificado como una asimetría económica endógena a las prácticas empresariales. Los grandes tienen capacidad para invertir, los pequeños también pero menos. Los grandes renuevan sus equipos antes y consecuentemente son más sensibles a la innovación. ¿Significa que esta asimetría conducirá a la empresa locales a ofertar peor calidad que la que realizan los grandes grupos? Ha sido así hasta ahora, pero… 

 El abaratamiento de los medios técnicos de producción de video y audio ha cambiado el panorama. Ahora pequeños grupos inversores, con buen criterio, pueden competir e incluso mejorar, a los grandes grupos que hasta hace poco monopolizaban los medios de comunicación y producción. Ahora empresas difusoras próximas a las viviendas de los consumidores están habilitadas para producir actividades culturales, literarias, deportivas, musicales, cinematográficas o en el campo de las empresas del marketing pugnan con las grandes ajustadas a la sensibilidad y temáticas demandadas por sus vecinos. Netabora Audio y Video renueva ahora sus equipos y accede en consecuencia a un nivel de calidad no inferior a las grandes corporaciones, al menos en el aspecto cualitativo. Hemos ganado concursos públicos a megaempresas en varias ocasiones sin que resultase especialmente difícil lograrlo. Es hora de admitir que las diferencias entre el producto local realizada por empresas locales, y la producción efectuada por empresas de ámbito nacional dirigido a lo local se igualan en lo técnico. Es el momento de explorar la demanda. “Cutre”, por tanto, ya no significa “malo”, al menos desde el punto de vista técnico. Incluso no va desencaminado quien piensa que las pequeñas empresas pueden moverse más rápidamente en la renovación tecnológica al ser empresas con unos costos fijos inferiores. 

¿Qué otra dimensión de la producción cultural podrían servir de apoyo a la idea de que lo local es de baja calidad? Tenemos dos posibles respuestas: (a) El concepto de producto cultural plegado por tradición a estándares de calidad deplorables; y (b) El desprecio por la manifestaciones culturales y sociales que no son coincidentes con el estándar genérico de los medios de comunicación de masas. Nos referimos a una tendencia enquistada en la empresas locales que no para de reproducir el “main stream“ de las cadenas generalistas y estatales. Estos dos aspectos si hacen de la producción local una mercancía empobrecida. Hablamos de actitudes, conceptos y expectativas, no de aparatos. Este es el frente de batalla de las empresas locales. Es cierto, que la demanda cultural mayoritariamente de una ciudad o comarca por el hecho de que se presente con un perfil técnico alto no va a mejorar. Esto sería popñulismo en alta definición. Podría seguir siendo basura transmitida en alta definición. Piense en la paradoja de retrasmitir un programa de tarot en alta definición 3D. Cuando hablamos de “concepto tradicional” nos referimos a algo más que gregarismo urbanita. Dejar de ser cutre supone ser sensible a la calidad formal y a debida selección de los contenidos programados, a seleccionar las demandas correctas en un formato adecuado. 

 ¿Es un mal endémico irresoluble? En absoluto. Es factible grabar video y audio profesional con calidades homologables a las empresas más competentes si bien es que la empresa local desee vender productos de calidad, explore la diversidad del hábitat propio y origine capital más allá de repetir lo mismo o plegarse al “mundo del tarot”. Hay espacio libre para esta pirueta comercial en tu ciudad o comunidad autónoma, para explorar temáticas omitidas que podrían estar latentes. Piensa simplemente en cuantas realidades importantes con valor comercial se silencian. Respecto al mundo de lo temáticas quizás la especialización sea la mejor respuesta para una empresa de comunicación social. Los contenidos locales interesan más que lo contenidos generalistas. Es un punto fuerte. El aumento de nivel cultural de las poblaciones hace realista el consumo de las variantes culturales locales frente a la cultura clónica “macdonalizada”. Atender a la diversidad cultural más próxima y minorista será, en nuestra opinión, la clave de la supervivencia económica al mantenerse más estable que los grandes mercados. 

Lo local gusta e implica emocionalmente frente a los contenidos cada vez más concentrados y estereotipados de los grandes, siempre que se realicen correctamente y se aplique un concepto renovado.

Por último, una reflexión más: los contenidos locales lleva inherente el comportamiento social próximo más eficiente en los mercados: redes sociales reales y virtuales confluyen en los contenidos. Pero este asunto es otro post.


Arthur Grumiaux, violin; Arrigo Pelliccia, viola. Mozart: Duo in E-flat, K. 424 Philips, recorded June 1968