En estos momentos el sistema educativo se somete a un valioso proceso de reajuste para atender a las necesidades del presente. Surgen propuestas por doquier. Algunas de estas se dirigen hacia nuevos áreas de conocimiento relacionados con la educación emocional y sentimental, con la creatividad. Aparecen nuevas disciplinas y enfoques a la luz de las demandas sociales y personales del siglo XXI, en especial por el interés de las familias de acceder a un estilo educativo cada más completo y equilibrado. La escuela cambia aunque lo hace con extrema lentitud. En paralelo se abre a materias innovadores vinculadas a diferentes proyectos interdisciplinares, muchas de ellas relacionadas con actividades transversales, aquellas que tocan diferentes disciplinas a la vez. Las actividades complementarias son ahora una vía abierta y eficiente a la hora de cultivar una parte del currículo dirigidas al formar ciudadanos aptos para las exigencias venideras, para el bienestar personal y colectivo, para la felicidad en un entorno social saludable. La enseñanza del canto coral se inserta en este contexto.
La paradoja de nuestro sistema educativo es que dedica más tiempo a la reiteración cansina de contenidos convencionales que al acomodo de nuevas estrategias y contenidos en la formación de nuestros hijos e hijas mientras no para de repetir que hay que forzar cambios y adaptarse. Un contrasentido. Llega el momento de replantearse este escenario, renovarse e integrar contenidos formativos cuya naturaleza sea imprescindible e inaplazable a la luz de nuestro conocimiento más certero. No podemos transitar siempre por las mismas calles, en especial si el camino se hace largo y angosto. Por suerte la materia de música aglutina diferentes modalidades y son todas necesarias en este cambio de perspectiva que hemos mencionado y pensamos que debe ocupar una presencia no inferior a la Educación Física, a la Educación para la Salud o la Informática. Dentro de este entramado de nuevas reinterpretaciones es necesario afrontar con descaro la actividad programada del canto coral que debería ocupar un papel esencial, una apertura natural hacía una educación auténticamente formativa en convivencia y en un clima de un buen entendimiento con otros currículos más convencionales.
Se ha comentado con reiteración los beneficios de la enseñanza y la práctica musical: (i) como proceso organizador de la psique y predictor privilegiado del éxito personal, (II) sea como catalizador de las competencias cognitivas vinculadas a las matemáticas, (iii) como incentivo del pensamiento espacial, (iv) como mentor del lenguaje, (v) como acto creativo y de expresión artística, (vi) o bien, como agente socializador mediador evolutivo de nuestros hijos e hijas. La música, y la coral muy especialmente , (viii) produce un equilibrio entre el hemisferio lógico y el hemisferio imaginativo, contribuye decisivamente a la integración de procesos de cálculo muy segmentado Junto con la actividad intuitiva del naturaliza global. Procesos algorítmicos junto con pensamiento heurístico. La música es una actividad holista, sincroniza mecanismos cerebrales muy dispares y alejados entre si en la certeza cerebral, de ahí que no sea un error la afirmación de que la música es la actividad humana que implica una mayor cantidad de extensión de cerebral especializado, hablamos de las las famosas áreas cerebrales, funciones complejas como la percepción, la creación y la ejecución musical. Hablamos de un proceso especial que pasa inadvertido cuya naturaleza es esencial en la escuela. Y esto es una parte del problema, la actividad musical se encuentra tan presente e interiorizada, tan sobreexpuesta a nuestros sentidos que es frecuentemente subestimada.
Desde la perspectiva de la psicología y las neurociencias ahora sabemos con exactitud milimétrica que la música potencia la destrezas cognitivas de forma gradual y progresiva. LO hace en un doble sentido, a la vez dentro del contexto temporalmente bien definido como de forma longitudinal o intergeneracional, esto es, que está presente a lo largo trayecto propio del ciclo vital de las personas sin importar la edad de referencia, en cada momento, con igual importancia. Debería bastar lo anterior para que el legislador educativo inserte una materia de música como troncal en las diferentes etapas académicas del sistema educativo. Pensamos, y sugerimos al legislador, que sistema educativo obtendrá mayores beneficios si la práctica de la música coral fuera una constante desde infantil hasta bachillerato. Estos argumentos no descansan sólo en la transmisión de la música como formación cultural, como inculcar referentes culturales válidos para interpretar el pasado y el presente. Nuestro punto de vista es que la formación musical coral tiene efectos positivos tangibles y medibles que sólo pueden obtenerse con la música cantada. La formación musical coral aplicada a lo largo de todo el ciclo evolutivo es un instrumento excepcional e insustituible.
Más allá del recitado de los tópicos que vinculan a la educación general con las emociones, rara vez se dice que el canto coral expone y ordena las emociones humanas de manera directa e inmediata, posibilita la consciencia y expresión de los sentimientos en perfecta sincronía intrapersonal ( tu mundo privado ) e interpersonal ( tu mundo en interacción social ) y lo hace además a lo largo del tiempo, tal como hemos mencionado varias veces. A diferencia de la actividad deportiva, una materia también importante, creo que no nos equivocamos si afirmamos que la práctica musical reporta un beneficio general sobresaliente con independencia del grupo de edad que la práctica.
Es evidente que la actividad deportiva reconduce igualmente la expresión emocional. No obstante, la actividad musical realiza una sensibilización proactiva. A diferencia del deporte, cuya relación con las emociones es regulativa en el sentido que tiene un proceso inhibitorio, un tipo de aprendizaje que descansa en aplazar las respuestas agresivas. Por contra , la música coral (co)educa la sensibilidad, modulada por las emociones en una suerte de descubrimiento personal potenciador del individuo dentro del grupo. El sentimiento, y el reconocimiento personal del mismo, es también una medida de la inteligencia humana. Lo mismo, podría decirse sentimiento de pertenencia a un grupo de iguales en las que todos los miembros sincroniza en el mantenimiento de un objetivo colectivo, sin duda una características fuerte de la enseñanza del canto coral, un rasgo de las asignaturas del futuro.
La formación deportiva es esencial en la autorregulación emocional, en la creación de hábitos saludables, y también es un proceso de socialización. El deporte promueve la superación personal inserto en un contexto de competición. Es a todas luces obvio que el sistema reconoce los parabienes que hablan de la importancia de actividad física y la dota con un número de horas importantes y necesarias que no discutimos y nos parece una inversión “en futuro”. La enseñanza musical, en especial la coral, actúa en el mismo sentido que otras materias con la ventaja de que sensibiliza, enriquece una expresión emocional más amplia, creativa y refinada. Pensamos que promueve las emociones proactivas, aquellas que conducen al sentimiento de grupo en el que cada miembro se proyecta a los demás de forma más creativa que inhibitoria. Los beneficios de las prácticas corales en la vida académica y extra académica potencia y corrige en el actual sistema educación sin entrar en contradicción con otras disciplinas o prácticas extraescolares. Nuestros alumnos deben disponer de horas suficientes para la enseñanza musical en el mismo sentido que las tiene en educación artística o prácticas creativas. La inclusión de la práctica musical corregirá de inmediato décadas ausencia de la educación emocional y afectiva enfocada a la vida de una persona en sociedad, una bonita forma de fortalecer las relaciones entre individuo y el grupo, acercarán a los grupos humanos a la experiencias intercultural más extendida, al único idioma común que habla la especie humana: la música.
Muchas personas sienten la música casi como una vía única de expresión. Una parte de la los artística comparten esta idea y esto es esencial para entender la comprensión compartida que nuestras generaciones tienen del mundo. La música es uno de los principales sistemas de referencia. En un sentido más amplio, nuestra especie crea sus relatos más profundos utilizando las infinitas conexiones entre el sonido y el silencio. Ella convierte en un discurso comprensible aquello inalcanzable e inaccesible para lenguaje verbal, lo que está latente y necesita de sonido y forma musical. Hay demasiados ventajas en la enseñanza del la música coral para no permitirnos ignorarlas. Nuestra memoria engrana nuestros recuerdos con notas musicales, el único signo mnémica que resiste a el olvido. Nadie puede olvidar una melodía. En realidad, la música es “una ganga”, y lo es mucho más cuando atañe al ejercicio del canto coral porque agrega una dimensión social que le es primitiva, universal, sustancial e inseparable la de la condición humana. Un sistema educativo que se precie no puede desdeñar la inclusión de la música como una herramienta fundamental.
En resumen. La música coral mejora y une a las personas, enlaza a los intérpretes con el auditorio a través de un discurrir creativo independiente de su edad, su género, de su condición social e incluso de su cultura nacional. Escuchamos música aún sin reconocer el código del lenguaje hablado en el que se expresa, cuando se carece de conocimiento preciso de la función social directa para la que fue compuesta. Hay una actividad universal constante en la especie humana, es la música. Si existe una práctica de inmersión en un entorno global abierto, ésta es la música coral. El pensamiento musical no sigue las mismas reglas y restricciones del lenguaje hablado o escrito. Por debajo de su habla subyace un juego de símbolos latentes y universales, algo cuya materia es el sonido primitivo organizado, un impulso universal que utiliza las estructuras cerebrales necesarias que más tarde serán necesarias para catapultar otras funciones cognitivas.
Decenas de estudios con alto valor científico demuestran la estrecha conexión entre la música y la mejora de las capacidades cognoscitivas y personales como hemos mencionado, también es una técnica rehabilitadora y terapéutica en sí misma. La condición biológica de los homínidos que ha sido incorporado en nuestro genes a través de dos millones de años de tránsito evolutivo nos ha llevado a la comunicación musical antes que la verbal. Los recién nacidos escuchan el lenguaje humano como música antes de desentrañar el significado verbal de la palabra. En la edad adulta, una frase sin prosodia apenas transporta información semántica. Podemos situar la actividad musical, y por extensión el conjunto coral, en el origen indeleble de la mente humana. Más tarde emergerán por encima ciertas capacidades expresivas y comunicativas que llamamos “lenguaje hablado” sin que emborrone o delegue ni un ápice el pensamiento musical a un espacio mental inferior o subordinado. Recordemos que los niños y niñas hacen música, estructuran los sonidos para que sean portadores de una semiosis reconocible y universal. Lo hacen antes de empezar a hablar, nunca se abandona pese a recibir sobrevenido el código materno del lenguaje hablado.
Quien les escribe imparte clases en los últimos treinta y cinco años. He sido investigador y participado en empresas altamente especializadas. Nací en un ambiente sembrado musicalmente y estudio con atención la estrecha relación entre la música, cerebro y el tiempo histórico. Considero imprescindible la ampliación de la enseñanza musical en general, y de forma más concreta la incorporación del canto coral dentro el currículo educativo y dejar de eludir aquello que es consustancial a la naturaleza humana y además nos beneficia.